Poco sabemos de este nuevo visitante excepto que ha acudido a nosotros en busca de ropa para el invierno. Parece ser primo tercero por parte de padre del famoso Kaiser von Welterrschaft, ese prohombre que perdió la vida en las garras de un tigre en África. Albert Leopold es un tipo alto, buen plantado y con el porte estilizado propio de sus ancestros; por el contrario, no parece haber heredado el frondoso bigote de sus camaradas del este. Hasta ahora ha demostrado ser un tipo racional de tranquilo temperamento aunque de carácter inflexible; parece una persona afable y próxima pero su lenguaje arcaico y su retórica enrevesadamente culta es difícil de seguir.
Según dice, vive en Koninberg dentro de una cabeza de hierro con piernas (suponemos que de un antiguo dispositivo de defensa) y se pasa el día restaurando y probando armas desintegradoras, una habilidad de la que hace gala. Por lo visto, su oficio de explorador no sólo le lleva a antiguas estancias llenas de polvareda en las que busca felizmente entre cofres y maquinarias, sino que también a viejas criptas dónde encontrar instrumentos y reliquias. Hay que decir que algunas de las cosas encontradas por Albert pertenecieron una vez a Morgan el Dorado, el pirata que mientras caía en un remolino juró perseguir de todo aquel que pusiese la mano sobre su tesoro. Pero parece que a nada teme le teme este descubridor de tuercas y mecanismos, excepto quizás a las días soleados del caluroso Mediterráneo.
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