Una de las túnicas más básicas, imprescindible para cualquier recreación histórica, es la camisa interior. Es posible que ya se llamara así desde el Imperio Romano porque con ella se dormía en la cama; sería el equivalente al camisón moderno.
En la baja Edad Media era ésta una túnica talar (hasta los talones), holgada y despegada del cuerpo, con mangas anchas, puños ajustados y nesgas romboidales en la sisa. El cuello de la camisa podía ser rematado en redondo, en tipo `amigaut` o simplemente encordado. El tejido que se usaba para estas prendas era el algodón o el lino, en colores blanco o crudo.
Ya entrando en la alta Edad Media, el modelo de camisa evolucionó hacia una túnica más corta, entallada y ceñida mediante cordajes, de mangas largas y ajustadas a todo el brazo. En el caso de las camisas femeninas, encontramos ejemplos de una moda típicamente española que había de pasar al resto de Europa: los bordados con sedas de colores y, excepcionalmente, con hilos de oro y plata. Los trajes ampliamente escotados en las sisas permitían lucir estas ricas camisas margomadas.
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