Algunos hallazgos arqueológicos en la Europa sur-oriental permiten atribuir su invención a las tribus celtas de esa zona; una de las piezas mejor conservadas es la cota de malla encontrada en Ciumesti (Rumanía), datada del siglo IV aC. Más adelante, el uso de la cota de malla entre los celtas turcos (gálatas) es atestiguado por Apiano y Tito Livio en la batalla de Magnesia, 190 aC, cuando los celtas apoyaron a Antíoco III contra los romanos dirigidos por el cónsul Lucio Cornelio Escipión; a partir de ese momento fue cuando los romanos adoptaron esta armadura para sus tropas secundarias. Las legiones romanas extendieron su uso por todo el mundo con su famosa lorica hamata que solía estar fabricada con anillos verticales y horizontales de bronce o hierro, además de una protección añadida desde la mitad de la espalda hasta la parte frontal del torso. La lorica hamata coexistió durante un tiempo con la lorica segmentata, la versión de cota de malla con placas, pero fue la malla la principal armadura hasta mediados del siglo XIII.
En el Oriente Medio, en las culturas vikingas del norte, incluso en el Lejano Oriente, la cota de malla siguió usándose ampliamente hasta mediados del siglo XVIII pero, en Europa, las protecciones de placas fueron sustituyendo las cotas de malla. El último uso bélico que se les conoce fue en la Primera Guerra Mundial en la que fueron usadas por tanquistas. Aún hoy en día se usan como protección de guantes y petos para carniceros y también ante ataques de tiburones.