Como la tragedia, el traje escénico fue una invención en pleno sentido del término. En su creación, los helenos habían utilizado los elementos del traje griego arcaico, la vestimenta de los hierofantes, los sumos sacerdotes de Eleusis y el modo de vestir oriental; y ya en los tiempos de Tepsis y de Esquilo existía una gran diferencia entre el traje de calle y el de teatro.
Efectivamente, el vestuario es el componente más importante de la apariencia externa del actor ya que nos da la primera identificación aproximada del personaje. De hecho, la ropa de nuestra vida social (luto, trabajo, ocio, fiesta...) desempeña una función teatral según los diferentes papeles sociales que debemos desempeñar.
En el escenario las funciones del vestuario son extensas: indica edad y sexo, nacionalidad y creencias; distingue clases y estratos sociales, profesiones y agrupaciones; incluso define situaciones individuales como el estado de ánimo y las emociones. Además, el vestuario también puede indicar el lugar en el que se desarrolla la acción, la época histórica y el carácter del personaje.
Las funciones simbólicas del vestuario teatral han estado condicionadas por la época y por la función concreta del teatro en cada momento. En la tragedia griega tenía la función de diferenciar al héroe del resto de los personajes; en el teatro medieval distinguía a los personajes bíblicos de los personajes comunes; en el teatro burgués del siglo XIX era prioritaria la función social e histórica del vestuario; en las vanguardias del siglo XX se daba predominio a la simbología en relación con el ambiente y el decorado; etc.
El sistema de signos del vestuario se relaciona, además, con la máscara, el peinado, los gestos y el movimiento del actor, pues los puede condicionar, acentuar o limitar. Hay que decir que esta apariencia externa del actor sólo sugiere una identidad del personaje que debe concretarse en la construcción que el actor haya hecho de él.
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