Hay que adentrarse en lo más profundo de los valles
rocosos del Tohu va Hobu para conocer el hábitat originario de la tribu de los
Dracónidas. Es éste un pueblo milenario muy poco conocido en occidente a causa
de sus misteriosas tradiciones; de hecho, la gente que sólo los ha conocido
superficialmente habla con miedo de sus rituales en honor de un extraño animal
en forma de serpiente. Algunos lo llaman ‘Leviatán’, otros ‘Nidhogg’ o ‘Quetzalcóatl’,
aquí se le conoce popularmente como ‘dragón’.
Este animal es el centro de su mística ritual, no como un
ser divino ni tampoco como bestia maligna sino como el guardián del fuego
secreto. Para la tribu, el dragón es el espíritu universal que asume todas las
formas de la naturaleza, un ser primordial que debe ser purificado. El dragón,
que suele morar en estrechas grietas, sólo puede ser dominado por la acción conjunta del sol y la luna, por lo
que los Dracónidas son unos sabios astrónomos, hábiles en la confección de
calendarios y en la predicción de eclipses.
Así pues, hombres y mujeres se inician desde pequeños en
los secretos y habilidades para la dominación del dragón, desde silenciosas
estrategias para sobrevivir en las cuevas hasta métodos para endurecer escamas
o afilar garras. Pero éste no sólo es un camino difícil, sino que además muchos
de los dragones han pervertido su esencia volviéndose codiciosos y mundanos, causa
por la cual muchos de los aspirantes dracónidas han flaqueado y abandonado la
tribu, cada vez más reducida y dispersa.
Aesch había sido criada, como todos los Dracónidas, en el
arte del dominio del dragón y muy temprano había destacado por su capacidad de
pasar desapercibida y disimular su presencia en el hábitat de estas bestias.
Los años le dieron mayor fortaleza física y perspicacia y curtieron su piel en
las inclemencias del tiempo; había aprendido a usar la tozudez a su favor y a
mostrar valentía cuando la situación lo exigiese. Ahora vemos como su porte
erguido y su armadura de escamas infunden presencia y los dibujos tribales de
su mentón mantienen el respeto de los dragones durante los diálogos adivinanza;
su brazo derecho se prolonga a través de su lanza y el izquierdo está siempre a
punto para armar la ballesta. Hay que decir que, a pesar de sus dotes con los
dragones, Aesch habla muy poco y no deja verse demasiado entre la gente y, delante
de las preguntas inoportunas, contesta con un gruñido.