La mayoría
nunca habrá oído palabra semejante, algunos en cambio lo asociarán erróneamente
a un cactus de propiedades alucinógenas y otros pocos lo podrán definir como
‘especie de túnica medieval’.
En efecto,
al referirnos a un vestuario tan lejano a nosotros en el tiempo, es fácil que
la terminología desaparezca, se confunda o se simplifique en conceptos más
generales; pero, lo cierto es que, esta simplificación no nos permite apreciar
el vestuario en toda su riqueza y, hablar tan sólo de túnicas y capas, reduce
sobremanera toda una clasificación de prendas de vestir.
Es en los
siglos XII y XIII donde algunos investigadores han puesto mayor atención en este
tema, dando algunas guías para la ordenación en los conceptos del ropaje. En una
sencilla distribución podemos concebir la siguiente tipología de prendas: de
interior, de encima y de sobretodo, más otra de complementos. Con ella se
entiende muy bien el orden en que se visten las prendas, dónde cada una se coloca
sobre la del tipo anterior
Hay que hacer aquí un inciso en lo que
respecta a vestiduras militares y eclesiásticas, ya que éstas necesitan una
clasificación aparte.
• La ropa
interior está formada por: camisa, calzas y bragas. Las calzas son como unos calcetines largos hasta el muslo
que se sujetan a las bragas (calzones parecidos a los modernos calzoncillos).
La camisa es la primera de las prendas a las que, comúnmente, llamamos túnica.
• Las vestiduras
de debajo forman el grueso de prendas más usadas y con más variabilidad de
formas. Aquí encontramos la saya,
también llamada gonela o aljuba, y el brial.
Son otro tipo de túnicas que se diferencian entre ellas por la calidad de los
tejidos.
• La ropa
de encima incluye el pellote (especie
de túnica sin mangas) y el pellizón,
también llamado piel o almejía al estar forrado de piel. Ambas son prendas para
vestir de calle en tiempo de frío.
• En las
vestiduras de sobretodo encontramos las ropas de abrigo o de viaje, ya que
solían tejerse de lana. Entre ellas está la garnacha,
parecida al pellote pero forrada de piel, y el tabardo. En esta misma tipología hay que mencionar los mantos y
capas que, a su vez, se dividen en: capa
de cuerdas, capa afiblada, manto o alquice, manto circular y balandre o
perpunte.
•
Finalmente y, ya entrando en el mundo de los complementos, hacer especial
alusión al calzado y a los tocados. Los zapatos
rejillados se caracterizaban por sus aberturas decorativas, los alcorques o escarpines por su tipología
de sandalia con plataforma, el zapato
bajo por un cosido central en el empeine y la zabata, de tipo abotinado, por ser el modelo de calzado más
ampliamente usado.
En cuanto a
los tocados, hacer referencia brevemente al capiello
en forma de boina, al sombrero de
copa semiesférica y alas de mayor o menor amplitud, a la almuza proveniente del gorro frigio y a la famosa crespina o cofia de armar.
Esta
explicación general no pretende, ni mucho menos, agotar el tema sino arrojar un
poco de luz en la terminología del vestuario, que se reinventa constantemente y
en el que se expresa la personalidad del portador. Y es que en una época de
admirable libertad de ceración, el vestido mismo es “tema de ornamento”.
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